R.D. del Congo-Kinsasha-Hospital Monkole: Unos días de agosto de 2018 con voluntarios de la Fundación Amigos de Monkole
De visita al Instituto Superior de Ciencias de Enfermería, ISSI, es una institución privada de educación para formar enfermeras de nivel universitario con un perfil que satisfaga las necesidades de salud de la población. de la República Democrática del Congo según los estándares internacionales.
En 1998 se inauguró el Institut Supérieur en Sciences Infirmières, situado en un barrio periférico de Kinshasa. La Escuela transmite una auténtica conciencia del papel y de la responsabilidad del personal enfermero en la comunidad congolesa. Las estudiantes aprenden a realizar su trabajo con profesionalidad y —más allá del objetivo de ganar un sueldo— con la conciencia de prestar un servicio directo a los pacientes, médicos, familiares, etc.
El sistema de trabajo se basa en una tutoría regular para acompañar a cada alumna en todos los pasos de su formación.
Además de las clases, tienen periodos de prácticas en los diferentes hospitales de Kinshasa. Se ofrecen también cursos y seminarios para actualizar la formación del personal sanitario de otros centros hospitalarios.
Además de las clases, tienen periodos de prácticas en los diferentes hospitales de Kinshasa. Se ofrecen también cursos y seminarios para actualizar la formación del personal sanitario de otros centros hospitalarios.
La matrícula que pagan las alumnas cubre la mitad del coste de su formación y existen becas de estudio para las que no tienen suficientes recursos económicos. Cuando terminan, no faltan puestos de trabajo en la capital y en otras zonas del país para estas enfermeras, a quienes se aprecia por su profesionalidad y por la calidad de su trato humano.
La jornada con la doctora Tendobi comenzó bastante pronto. Después de encontrarnos a las puertas del pabellón operatorio, nos fuimos a la reunión clínica que mantienen habitualmente todos los médicos del hospital para compartir los casos que están llevando y así, con una parte de docencia y otra de paciencia, mejorar así Monkole entre todos.
Cuando terminaron de contar en lo que estaban trabajando, me uní al equipo de ginecología en su día de trabajo. Empezamos con el pase de planta. En las habitaciones del servicio se mezclaban madres recién dadas a luz con sus bebés en brazos y mujeres que habían sido intervenidas de diversas patologías ginecológicas.
Tras ver a las ingresadas, la doctora Tendobi me pregunto si quería lavarme y vestirme con el atuendo quirúrgico para ayudar con el material en la que sería la primera cesárea de mi vida. Sin dudarlo, bajamos al bloque operatorio del sótano, preparado para la aventura.
El primer paso antes de entrar al quirófano consiste en quitarse la ropa que llevamos y ponerse el pijama verde sanitario. Una vez dentro de la zona que da paso a los quirófanos, nos lavamos concienzudamente las manos y brazos en un lavadero, manteniéndolos en alto al terminar para evitar contaminaciones. Seguidamente, nos rociamos las manos con una solución alcohólica y la enfermera nos acercó las batas estériles, siguiendo en todo momento los protocolos de asepsia. Tras ponernos los guantes quirúrgicos y preparar el material, comenzó el espectáculo.
En bastante menos tiempo del que esperaba, la doctora Tendobi había traído al mundo un niño y suturaba la incisión de la madre, y para cuando me pude dar cuenta, estábamos en los aledaños de la sala comentando la intervención.
Tras una breve parada para comer, vi , esta vez sin toda la parafernalia, a la doctora llevar a cabo una miomectomía, con el fin de extirpar unos pequeños tumores en el útero de una paciente.
El día termino con una auténtica visita guiada por el hospital de la mano de uno de los ginecólogos del servicio, quien me fue presentando uno a uno a todos los médicos y trabajadores que nos íbamos encontrando por el camino.
Un año más estuvimos este mes de agosto en Monkole. Es difícil plasmar en unas líneas lo vivido en esos 20 días: pudimos estar con Benny, el pequeño que el año pasado tenía raquitismo y que este año ya está curado. Sólo nos costó 387 dolares, y no os podéis imaginar la alegría de su mamá.
También estuvimos en dos orfanatos, donde pasamos mucho tiempo jugando con los pequeños: cada vez que íbamos era un día de fiesta para ellos, como podéis ver en este vídeo:
Fuente Fundación Amigos de Monkole.
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